Acerca de nosotros

Somos un grupo de cursillistas que vivimos en Canadá y queremos ser fieles al Carisma Fundacional del Movimiento. Carisma recibido por Eduardo Bonnín, fundador del mismo. Nuestro deseo es propagar el Carisma del Movimiento. De esta manera se podrá continuar con lo que Eduardo fundó. Evitando así las desviaciones, modificaciones o agregados que con buena intensión se hacen pero que se alejan de lo que son verdaderamente los Cursillos de Cristiandad.

Eduardo define así:

"El Cursillo de Cristiandad es un movimiento que, mediante un método propio, intenta, y por la gracia de Dios, trata de conseguir que las realidades esenciales de lo cristiano, se hagan vida en la singularidad, en la originalidad y en la creatividad de la persona, para que descubriendo sus potencialidades y aceptando sus limitaciones, vaya tomando interés en emplear su libertad para hacerlas convicción, voluntad para hacerlas decisión y firmeza para realizarlas con constancia en su cotidiano vivir personal y comunitario".

domingo, 4 de febrero de 2018

Mi testimonio con el Fundador de Cursillos de Cristiandad

CARLOS MUÑOZ
TESTIMONIO PERSONAL
ENERO DE 2018
Mi nombre es Carlos Enrique Muñoz Díaz, originario de Guatemala, nacido el día 13 de junio de 1955 en la ciudad de Guatemala. De profesión: Chofer de autobús escolar. Casado con Sonia Elizabeth Cruz de Muñoz, con quien he procreado 2 hijos de nombre: María José y Carlos Enrique de 36 y 35 años de edad, respectivamente.

Actualmente radico junto con mi familia en: Laval, Quebec, Canadá
Fue a través de mi amigo Mario González Cibrián que recibí la invitación a vivir el Cursillo. Finalmente, me decidí a vivir el Cursillo de Hombres N° 21 del 13 al 16 de octubre de 1988, en la Diócesis de Montreal, Canadá.

Al hablar de mi proceso de cambio, quisiera empezar por subrayar que tengo la más absoluta certeza de que, de no haber vivido la experiencia del Cursillo, de no haberle dado continuidad y perennidad a lo largo de mi Cuarto Día, y de no haber tenido el privilegio de conocer y entablar con Eduardo una verdadera y sincera amistad, mi vida habría sido otra muy distinta, seguramente alejado y de espaldas a Dios.

Dos factores han sido determinantes en mi proceso de conversión, en mi proceso de ser un poquito más y un poquito mejor de lo que ya podría haber sido:
LA PRIMERA, como queda dicho, dando continuidad y perennidad a la vivencia del Cursillo, profundizando en las señas de identidad del Método: su esencia, finalidad, mentalidad y sistemática. Cuestión que, por una parte, me da la capacidad de captar y cada vez mejor entender el mensaje del amor que Dios en Cristo nos tiene, que de otra manera y por otros medios jamás habría podido comprender con la claridad que ahora lo hago; y por la otra, contribuir a que otros de mis semejantes, igualmente alejados y necesitados de saber que Dios en Cristo les ama, tengan la oportunidad de descubrirlo a través de ésta bendita experiencia que ha demostrado ser de suma eficacia y utilidad especialmente para nosotros los que hemos vivido de espaldas a Dios.

LA SEGUNDA, haber tenido la oportunidad de conocer, tratar y entablar una cercana amistad con Eduardo Bonnín, que de ésta manera no sólo me orientó acerca de las peculiaridades propias del Cursillo, sino que además y sobre todo, me mostró e iluminó el camino a seguir en mi vida, a través de su propia congruencia de vida, de su propia luz, como aquí lo iré comentando.
PRIMER CONTACTO CON EDUARDO:
Durante los primeros seis años posteriores a la vivencia de mi Cursillo, me dediqué con especial interés a conocer el Movimiento y ahondar en el Método, lo hice prácticamente por cuenta propia y a través de algunos otros recursos que me fui agenciando. Tuve algunos avances y mejoras en el ámbito de mi vida familiar, laboral y social, así como en mi incorporación al Movimiento, si bien, no todos ni en los términos que me hubiera gustado. Me sentía, eso sí, en proceso de crecimiento y maduración.

Fue entonces, mayo de 1996, que habría de conocer personalmente a Eduardo, con motivo de que fue invitado por los cursillistas ingleses a visitar Montreal. Y como para estas fechas yo ya mantenía estrecha relación con ellos (los cursillistas ingleses), me enteraron que Eduardo vendría a mi ciudad de residencia. Y sucedió lo inesperado, algo que sin duda habría de influir determinantemente en mi experiencia de vida y en mi propósito de vivir Cursillos al interior del Movimiento: me dijeron que no querían alojar a Eduardo en un Hotel, que, de ser posible, él pedía y prefería estar en contacto directo con las familias cursillistas, por lo que me pidieron buscara familias de cursillistas hispanos que desearan alojarlo en sus respectivos hogares.

Sabiendo de quien se trataba, naturalmente me apunté de inmediato primero en la lista de anfitriones, siendo de ésta manera que por primera vez entré en contacto personal y directo con Eduardo, de la mejor inimaginable manera: pasando unos inolvidables días con mi familia en mi propia casa, y otros más que Eduardo pasó en hogares de otras familias hispanas. Dejando en todos una huella indeleble de sincera amistad, sencillez, humildad y alegría.
En los días que Eduardo pasó en Monreal tuve la oportunidad de compartir de manera muy cercana con él. Ansioso como estaba por saber de Cursillos y despejar un sinnúmero de incógnitas que por aquel entonces tenía en la cabeza, le hice toda clase de preguntas acerca de la génesis del Movimiento y sobre el Método; preguntas que él escuchaba atentamente, y que con su proverbial paciencia, habitual buen humor y alegre sonrisa, contestaba una a una, sin nunca dar muestra de enfado o cansancio. Vaya paciencia franciscana que me debió tener.

Durante su estancia en nuestra casa de Montreal, mi esposa Sonia también tuvo la oportunidad de convivir con Eduardo, con quien aprovecho para platicar y despejar dudas acerca del Método. Eduardo  siempre amable, afectuoso y dispuesto a compartir con suma sencillez, respondió con especial atingencia a las preguntas que mi esposa le formuló. En nuestra familia dejó una huella imborrable que perdura hasta la fecha.
Entre las muchas preguntas que le hice, recuerdo haberle inquirido si se podía hacer cambios al Método; él me recomendó sería mejor probar primero lo que ya está desde el principio del principio, que lo pusiera en práctica como ha sido pensado, y comprobara lo eficaz que es cuando lo utilizamos en la forma y con la finalidad para la que fue pensado.
Efectivamente, a través de nuestras múltiples charlas, y luego con la experiencia práctica acumulada al paso del tiempo, como explico más adelante, he podido comprobar fehacientemente que manteniéndonos fieles a la idea original, el Cursillo es un eficaz y eficiente instrumento de renovación cristiana. Son muchos los casos de hombres y mujeres cuyas vidas he visto transformarse positivamente como resultado de vivir un auténtico Cursillo de Cristiandad.

Menciono con particular interés la eficacia del Método de Cursillos, el trato personalizado con Eduardo y las orientaciones que Eduardo me dio a lo largo de las múltiples ocasiones que he tenido de convivir personal y directamente con él,  por tres principales razones:
PRMERA.- Porque, como queda dicho, mi vida personal sufrió un cambio positivo radical, gracias a la vivencia del Cursillo. Las relaciones armónicas que mantengo de manera personal y directa con las personas que forman parte de mi entorno familiar, laboral y social, son fruto y una muestra fehaciente y palpable de este proceso de cambio despertado y desarrollado a partir de la vivencia de mí Cursillo, pero también, debo reconocerlo y agradecerlo, del trato, del ejemplo, de la influencia que Eduardo ejerció en mi persona y seres queridos, a través de la amistad que compartimos de manera muy cercana, personal y directa hasta el fin de su vida.

SEGUNDA.-  Algo muy similar a lo que acontece en mi vida personal familiar, laboral y social, he podido constatar sucede en la vida de muchos otros hermanos cursillistas con quienes he tenido y tengo oportunidad de interactuar, ya en los múltiples Cursillos que he asistido como profesor o rector, o ya como amigo personal de muchos de ellos con quienes pensamos la vida en voz alta a través de nuestras Reuniones de Grupo, Ultreyas, Escuela de Dirigentes, así como en un buen número de encuentros nacionales e internacionales en que he tenido ocasión de participar, muchos de ellos al lado de Eduardo.

Valga mencionar de paso, el precio que algunos cursillistas hemos tenido y tenemos que pagar por tener el atrevimiento de compartir y difundir las ideas contenidas en el Método de Cursillos a la luz de la idea original. Sinsabores, criticas, señalamientos y descalificaciones de todo tipo, dolorosos sin duda, si bien, nada comparable con las que Eduardo ha tenido que soportar sin proferir lamentos, sin permitir que su corazón se llene de resentimientos o rencor. En el largo tiempo que tuve de conocerlo y tratarle personalmente, jamás le escuche proferir una sola ofensa o exclamación de menos por sus detractores.
TERCERA.- Compartir con Eduardo muy de cerca todas estas vivencias que he mencionado y mencionaré con mayor detalle más adelante, me autoriza a hablar del hombre que sin duda el Señor eligió para ser depositario del Carisma, merced a sus inobjetables cualidades y virtudes.

Yo no sé, ni tengo la menor idea de qué tipo, qué cantidad, calidad, detalles o atributos ha de reunir una persona para ser tenida o valorada en grado de santidad; tampoco tengo la menor idea de qué pueda decir un hombre como yo, con mis pequeñeces, debilidades  y limitaciones, de un hombre de la dimensión y talla de Eduardo. Tal vez sería mejor que para tal efecto recurrieran a expertos en la materia, o por lo menos a aquellos que sepan decir, y decir bien lo que sepan.

Sin embargo, los que saben de estas cosas dicen que es conveniente y necesario recoger el testimonio fehaciente de todo aquel que habiendo conocido y convivido de cerca con Eduardo esté en condición de dar pormenores sobre su calidad humana, que le consten, y esto sí que, modestia aparte, lo puedo hacer y no me puedo negar así sea de manera rustica y modesta. Si bien me queda la preocupación y temor de no poder describir y transmitir con claridad las incuestionables cualidades y virtudes de mi amigo Eduardo, me apenaría mucho no poder contribuir de manera clara y apropiada a este santo propósito.
Dicho lo anterior, quiero empezar por decir, sin temor a equivocarme, que si las cualidades o virtudes que han de concurrir en una persona para ser considerada digna de ser tenida como un auténtico hombre de Dios, son las que le distinguen por su naturalidad, sencillez, humildad, sentido del humor, alegría, gracia, paciencia, tolerancia, y muchas, muchas otras más, me parece que en Eduardo concurren sin duda todas ellas, en grado superlativo.
En atención y respeto a Eduardo, conociéndole como le conocí, y honrando la amistad con que me distinguió, quisiera hacer una salvedad: Si Eduardo estuviera en estos momentos presente entre nosotros y se enterara de que hablamos de las cualidades, virtudes y atributos que le distinguieron a largo de su longeva vida como digno de ser considerado hombre de Dios en grado heroico, de seguro le haríamos pasar un mal rato y aquí sí que sí nos lo reprocharía.

ME EXPLICO: Eduardo nunca gustó de las pasarelas, jamás fue afecto a las candilejas, que consideraba frívolas y banales; quienes le conocimos de cerca sabemos de su humildad y sencillez; sabemos, que era enemigo de ser tenido como centro de atención de cualquier reunión o evento en que participara. Cuando Eduardo aceptaba ocupar alguno de los sitios destinados a las grandes personalidades, lo hacía contra su voluntad y tan sólo por cumplir con las formalidades que el protocolo exigía, y sobre todo, por no contradecir a quien le pidiera amablemente pasar al estrado; lo hacía aún a costa de que, ocupar dicho sitio, le representara un sacrificio verdaderamente incomodó.
Soy testigo de la mortificación que a Eduardo causaba el aplauso de las multitudes, de las concurrencias reunidas para festejarle un cumpleaños, o para agradecerle alguna intervención, o simplemente patentizarle su admiración y cariño. Había que ver las que Eduardo pasaba, el esfuerzo que debía hacer para ocultar su incomodidad y disgusto a través de una sonrisa forzada.

Otra de las grandes peculiaridades que le conocí a Eduardo, fue la enorme paciencia franciscana y singular alegría con que atendió a cuanta persona solicitó hablar con él, ya fuera con el fin de solamente saludarlo y sacarse una fotografía a su lado,  o ya para sostener largas y extenuantes jornadas de trabajo, a las que habremos de sumar infinidad de entrevistas, rollos, y charlas de todo tipo, que dio a  lo largo de prácticamente toda la geografía, ya con el fin de organizar y planear Cursillos, ya con el propósito de dar orientación y explicación puntual acerca del Método, o ya sobre cualquier otra cosa relacionada con el Movimiento. Eduardo fue un hombre verdaderamente incansable, entregado en cuerpo y alma a difundir Cursillos y velar por su integridad original.
Cuántas veces me tocó ver a Eduardo atender a cursillistas que de muchas partes del Mundo le visitaban y frecuentaban para entrevistarlo y conocer de viva voz sobre los más diversos temas relacionados con Cursillos, a costa de su propia salud. Recuerdo aquellas largas reuniones de trabajo celebradas en su despacho de la calle Sindicato, en que en más de una ocasión haciendo rictus de dolor, del dolor que le ocasionaba el terrible herpes que padeció estoicamente durante los últimos años de su vida, se negó a suspender o cancelar la reunión, argumentando que era más importante Cursillos, que su propia salud.
Una faceta poco conocida de Eduardo, que igual me tocó vivir muy de cerca con él, fueron las incomprensivas incomprensiones de que fue objeto a causa de su negativa a cambiar la verdad histórica; intrigas, mentiras, engaños y calumnias fueron asumidos por Eduardo no sin pena y dolor, si bien con total discreción. Como he dicho antes, jamás le oí o vi arengar contra nada y contra nadie, antes bien conminaba  a mantener la calma y confiar en la Misericordia del Señor. Tengo para mí que en los momentos más aciagos del Movimiento la sangre no llegó al rio gracias a la actitud serena y mesurada de Eduardo. Y tengo para mí, que habiendo sido estas incomprensiones tremendamente dolorosas, por decepcionantes y frustrantes, no lo fueron tanto como el terrible herpes que tantas veces hubo de soportar en silencio.

Eduardo, pues, es el amigo por excelencia. Amigo en quien concurren cualidades y virtudes como el que más. Eduardo es la personificación de la humildad, la sencillez y la alegría en grado extremo. Su desempeño en todo momento con normalidad y naturalidad, jamás con frívolas afectaciones en su trato, comportamiento o actuación. Orador de gran capacidad retórica al servicio del Señor, sin teatralidades, sin estridencias, sin extravagancias. Huyendo siempre del aplauso fácil, de las pasarelas y de las candilejas que muchas veces se montaron con la mejor voluntad para recibirle y hacerle sentir el cariño de las decenas, cientos, miles de entusiastas Cursillistas que se reunían para saludarle, abrazarle, escucharle, fotografiarle, o tan solo mirarle a distancia ante la imposibilidad de aproximarse a él, mas no porque él no lo quisiera o no lo permitiera, sino porque las condiciones y circunstancias imperantes en el lugar lo impedían.

Mi deseo de integrarme a las estructuras operativas del Movimiento surgió desde temprana hora, prácticamente luego de vivir mi Cursillo, pero sin duda este deseo se fortaleció, acentuó y maduró a raíz de la visita de Eduardo a Montreal que ha quedado comentada líneas atrás.

A continuación algunas de las actividades y eventos más relevantes en que he participado como dirigente al interior del Movimiento de Cursillos, que cito sin mayor pretensión, y únicamente como referencia y en apoyo a los comentarios aquí registrados.

EDUARDO VISITA A LOS CURSILLISTAS DEL MOVIMIENTO DE HABLA INGLESA DE MONTREAL.
Eduardo se reúne con los cursillistas del Movimiento de habla inglesa de Montreal, en el que yo participo como interprete.

Los cursillistas hacen infinidad de preguntas, a veces reiterativas, que Eduardo escucha y contesta una a una con proverbial paciencia. Las amenas e ilustrativas charlas sostenidas con los cursillistas contribuyen enormemente a comprender mejor el Método, lo que a su vez habrá de redundar en beneficio de los nuevos cursillistas que de ésta manera tienen la oportunidad de vivir una verdadera experiencia.  Por demás está decir que compartir al lado de Eduardo ésta experiencia habrá de contribuir también a mi conocimiento del Método y de manera especial a entender el sentido del Cursillo hecho vida en la persona de Eduardo.
EDUARDO VISITA A LOS CURSILLISTAS DEL MOVIMIENTO DE HABLA HISPANA DE MONTREAL.
Eduardo visita el Movimiento de Cursillos Hispanos de Montreal, donde nuevamente los cursillistas tienen la oportunidad de hacer todo tipo de preguntas, aclarar dudas y, simultáneamente, conocerlo personalmente. Como es público y sabido, la simpatía, sencillez y humildad de Eduardo dejan una imborrable huella en el corazón y la mente de los cursillistas hispanos.
EDUARDO VISITA A LOS CURSILLISTAS DEL MOVIMIENTO DE TORONTO.
Eduardo visita a los cursillistas de Toronto, recientemente iniciado el Movimiento bajo el patrocinio del Movimiento de Montreal. Las escenas se repiten. Eduardo siempre abierto y accesible, incansable; pese a las largas horas de trabajo, Eduardo  increíblemente siempre atento, dispuesto y de buen humor. Desborda humildad, sencillez y simpatía. Su visita a los cursillistas de Toronto habrá de servir de impulso imperecedero.

CONCLUYENDO:
La visita de Eduardo a Canadá nos dejó gratamente impresionados,  su trato siempre amable, toda su manera de ser, quedarán para siempre en nuestra memoria y en nuestros corazones, junto con un profundo agradecimiento por todo el bien que trajo a nuestras vidas.

Durante los días que pasó en casa conocí a un hombre sencillo, que comía poco, tomaba agua pura, leía mucho y se bañaba con agua fría. Su manera de hablar era la de una persona serena, alegre, confiada, segura, llena de Dios; hablaba de Cursillos con un convencimiento contagioso, cordial,  amistoso, como el mejor  medio de hacer llegar a todos la gran noticia de que Dios en Cristo nos ama.

II CONVERSACIONES DE CALA FIGUERA.
Como resultado de la visita de Eduardo a Monreal, quedé fuertemente motivado para seguir profundizando en el qué, el cómo y el porqué del Movimiento, y por supuesto intentando y a veces logrando llevar a mis ambientes el ejemplo de vida que Eduardo nos transmitió con claridad y sencillez.

Poco después tendría yo la oportunidad de ir a Mallorca, España, con motivo de las II Conversaciones de Cala Figuera, celebradas en abril del 2002. Imborrable, memorable. Viajé acompañado del P. Pedro Molina, nuestro Asesor Espiritual y dos jóvenes más que invité con el fin de dar oportunidad a otros miembros de mi comunidad de que conocieran a Eduardo y más a fondo el Movimiento.

Ahí tuve la oportunidad de conocer a un gran número de dirigentes cursillistas provenientes de muchas partes del Mundo, de profundizar y ampliar en el conocimiento de Cursillos, pero también, de confirmar a través del testimonio que dieron todos estos amigos cursillistas, de cómo Eduardo había visitado uno a uno todos esos países, algunos en repetidas ocasiones, dejado a su paso una huella indeleble de amistad y comunión fraterna. Indescriptible. Algo muy similar a la que nos dejó durante su memorable visita a Canadá, experiencia que tuve oportunidad de compartir públicamente. Aquello fue un verdadero y auténtico Festival del Pensamiento y de Amistad fraterna, que hasta la fecha sigue rindiendo exquisitos frutos.

MIEMBRO DEL GRUPO NORTEAMÉRICA Y DEL CARIBE.
Por estar sirviendo en el Grupo Norteamérica y el Caribe (sus siglas en inglés NACG), tuve la oportunidad de estar en la promulgación de los Estatutos del Organismo Mundial realizado en el Vaticano el 11 junio 2004. La señora Sheelagh Winston y yo viajamos a Mallorca antes del evento para encontrarnos con Eduardo para puntualizar algunas traducciones al inglés.

Ésta visita me dio ocasión de entrevistarme personalmente con Eduardo en su oficina. Pese a las dudas razonables que antecedieron éste trascendental momento, Eduardo me participó su confianza en el Señor de que “las cosas” irían marchando de manera congruente con la idea original. Después viajamos en el mismo avión la delegación de Mallorca y nosotros de Canadá.

PRIMER CURSILLO DE CURSILLOS EN INGLÉS CLEBRADO EN MALLORCA.-
Sirviendo también en el Secretariado Nacional inglés, organizamos una “peregrinación” a Mallorca con unos 50 cursillistas de Canadá. Dentro de las actividades realizadas en la Isla, los amigos del Secretariado Diocesano de Mallorca organizaron lo que sería el PRIMER CURSILLO DE CURSILLOS EN INGLÉS, que se llevó a cabo del 1 al 4 noviembre 2007 en esa ciudad capital. Además del grupo de canadienses, participaron también cursillistas provenientes de EE.UU, Australia, Irlanda y otros países anglófonos, para un total de 105 cursillistas. La presencia de Eduardo en el evento, así como la exposición de los rollos en cuestión habrían de dar generosos frutos en tierra canadienses y, como después supimos, también en otros de los países ahí presentes.   
Durante este Cursillo de Cursillos tuvimos ocasión de escuchar a Eduardo con el rollo: “El Carisma Fundacional”. Ésta sería si no la última, sí una de las últimas actividades en las que Eduardo estaría presente en persona. Contra su deseo, el terrible herpes que ya venía padeciendo, le impedía continuar activo como hasta entonces. Él solía decir, siempre con una inocente sonrisa: “Si por mí fuera, yo continuaría igual que siempre, pero el Señor lo ha dispuesto así, qué le vamos a hacer”.

A MANERA DE COLOFÓN:
Desde aquel primer encuentro personal que el Señor permitió tuviera yo con Eduardo, puedo asegurar no he cesado de profundizar en Cursillos tratando de ser lo más fiel posible al Carisma Fundacional, como era el deseo de Eduardo. Estoy haciendo lo posible porque toda ésta experiencia acumulada al paso del tiempo llegue a los más posibles de la mejor posible. Por demás está decir que en todo esto Eduardo es nuestra inspiración y ejemplo a seguir.
IN MEMORIAM. REQUIESCAT IN PACE:
Por último, he de hacer referencia al momento que nunca nadie que haya conocido a Eduardo esperó o llegó siquiera a imaginar: LA NOTICIA DE SU FALLECIMIENTO.
Sentimientos encontrados: por una parte, enorme tristeza al enterarme de que Eduardo había partido a la casa del Padre, y simultáneamente alegría, sabiendo que sin ninguna duda Eduardo estaría a la derecha del Padre, gozando de las promesas y gracias de nuestro Señor Jesucristo, y disfrutando de un merecido “descanso” eterno.
“Descanso”, así entre comillas, sabiendo que nuestro infatigable amigo de seguro estará allá en las alturas promoviendo y organizando la Ultreya Celestial, al lado de un sinnúmero de entusiastas cursillistas y… con el beneplácito de L’Amo y Señor de todo y de todos.
Eduardo Bonnín Aguiló, siervo de Dios, ruega por nosotros.

¡De Colores!


Carlos Enrique Muñoz Díaz
Diócesis de Montreal
27 de enero de 2018

1 comentario:

  1. Gracias a la bendita suerte de nuestros hermanos, que se aprovecharon de su estadia, con Eduardo Bonnin Aguiló, que en paz descanse, nos enteramos de tantas maravillas que Eduardo compartió con ellos en sus casas, y así nos dejó un gran legado, pedimos a Dios que en este mes de su fallecimiento, lo lleve a su gloria, algunos trataremos de seguir su ejemplo, y que nos siga desde allá dirigiendo y aconsejando nuestro caminar, Descanza en la pas de Dios, Eduardo, DE COLORES!!!!!!!

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